Aunque han pasado días, la tradición de muertos es una de las más emblemáticas del país, por ciertas peculiaridades.
Cabe aclarar que nuestro país no el único que realiza una celebración así, es más debemos reconocer que todas las civilizaciones antiguas guardan dentro sus creencias, momentos, ritos, lugares, fechas y deidades específicas para estos temas.
Es un hermoso y armónico juego de opuestos. Es característico que una cultura se venere al sol y a la luna, a la luz y la obscuridad, a la vida de la muerte. Eso que los chinos bien denominaron el Ying y Yang. Un Contra y Pro. Un más por un menos. Sí y no. Todo aquello que al mundo da sabor, diría aquella película infantil.
Egipcios, griegos, romanos, chinos, árabes, africanos, asiáticos, indios y americanos, todos guardan cierta relación con toques de misticismo con sus antepasados y muertos. Esos mitos, leyendas, historia, creencias o anécdotas que llevan a la mente a participar en los diversos momentos de sus ritos. Esa necesidad de pertenecer a un mundo, viajar a otro y la vinculación de los mismos.
Pero creo que en México es particularmente especial, porque pareciera que se trata de una fiesta, reunión, comida, cena o evento que se realiza cualquier domingo en la casa dónde se convive, come, bebe y platica con los seres querido. Más que miedo, da gusto. No es el encuentro con un mundo tenebroso, si no la oportunidad de sentirse acompañado por quien ya físicamente no lo hace. Más que temor se siente uno como en ambiente.
El mexicano tiene la noción de trata a la muerte de igual, le habla de tu, le bromea, se burla, la alburea y ciertamente trata de sacarle ventaja, aunque siempre salga perdiendo. Creo es el consuelo del mexicano, si ya se lo va llevar cargando mínimo mientras pueda le pinto cuernos, la dibujo, le saco lo ojos, la llevo aun baile y pues total, lo dicho, lo bailado nadie se lo quita. Y aún así cuando muere el mexicano, me imagino yo, mientras aquí es un velorio, luto y tristeza, creo que llega al otro mundo en fiesta colorida y de bienvenida, lo que se disfruta en vida se revienta en la muerte.
Por eso quiero que mis exequias sean coloridas y escandalosas. Nada de caras serias y largas. Llorar solo de la risa y del recuerdo. Música viva. La muerte es solo un paso, uno estanco. Hay que dejar ir a los muertos, no que descansen, sino que vayan a vivir la muerte, y que mejor que con ánimos. Creo yo.
Nunca he vivido un día de muertos, quiera por la fortuna de no perder un ser tan querido. Pero es algo que quisiera experimentar, la necesidad de poner una ofrenda o algo así, para que no me cuenten, también ojalá no sea pronto.
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